A su parecer, no se deberían endurecer los códigos, ya que de hacerlo caeríamos en la infantilización de los comensales. “Diría mucho y muy poco de nosotros: que somos seres incapaces de hacer bien algo tan sencillo como elegir una u otra prenda”. Y, como viene sucediendo en los últimos años allí donde se presenta, millones de personas volverán a hacer colas para quedar sensorialmente atrapados -y hacerse un selfie- en sus hipnóticas habitaciones de espejos, luces de colores, calabazas alucinatorias y lienzos de lunares infinitos.