En pleno auge de la cultura hippie (vio en los revolucionarios de las flores una suerte de almas gemelas), se erigió en una sacerdotisa del flower power, organizando happenings en los que bandas de seguidores reclutados a través de anuncios en los periódicos retozaban desnudos mientras ella embadurnaba sus cuerpos de lunares. Ofició la primera boda homosexual, para la que creó un traje para dos, vendía diseños de moda de lunares en una boutique, con agujeros en los senos y las nalgas, y ofreció servicios sexuales a Nixon a cambio del alto el fuego en Vietnam.