La última infidelidad del Chelsea con Adidas aviva la guerra más sucia del marketing deportivo entre las dos multinacionales de ropa deportiva más potentes del mundo. Adidas inició las hostilidades en 2015 con dos grandes golpes. Para la marca alemana y la estadounidense lo principal no es el rendimiento deportivo de los clubes, sino buscar más contratos, poner su firma encima de la del rival o negociar la cifra más escandalosa.