El silencio del museo es su fortaleza, pero también su debilidad. Así lo han entendido, durante las últimas semanas, diferentes colectivos de activistas contra el cambio climático que, a fin de otorgar el máximo de visibilidad a sus protestas, se han pegado -literalmente- a algunas de las más emblemáticas obras de la historia del arte. Porque quienes tienen algo que gritar saben que, si sus mensajes son proferidos en el silencio de sus salas, el alcance de su atrevimiento será universal.